El límite entre enfermedad y salud mental no es un límite claro ni bien definido, y los criterios para designar a una persona como sana o enferma han variado según los distintos enfoques teóricos y a lo largo del tiempo. Esto es comprensible debido a que aún no han podido demostrarse las causas concretas que producen cada uno de los diferentes trastornos mentales.
Y es que la complejidad del cerebro humano implica una síntesis dinámica entre biología, genética, emociones, vivencias, mente, cultura, condiciones personales y sociales, sin parangón con ningún oro órgano humano. Pero se puede definir un trastorno o enfermedad mental como una alteración de tipo emocional, cognitivo y / o del comportamiento, en que quedan afectados procesos psicológicos básicos como son la emoción, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje, el lenguaje, etc., lo que dificulta a la persona su adaptación al entorno cultural y social en que vive y crea alguna forma de malestar subjetivo.
La Organización Mundial de la Salud (O. M. S) describe básicamente como los Trastornos más graves o importantes los siguientes:
Son formas anormales de relacionarse consigo mismo y con los demás, que comienzan temprano y generan malestar en la persona o en quienes conviven con ella.
Las alteraciones en la afectividad y el estado de ánimo siempre han sido una gran preocupación para los médicos. Hoy en día, son muy frecuentes en la salud pública.
Este trastorno psicótico se caracteriza por un desorden cerebral de aparición repentina que afecta la capacidad de pensar, controlar emociones, tomar decisiones y relacionarse con los demás.
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